Una Argentina desordenada cayó ante Venezuela
Argentina no supo estar a la altura de Messi y sucumbió por 1-3 ante Venezuela en el amistoso disputado este viernes en el Wanda Metropolitano de Madrid.
Venezuela se dio gusto y la Albiceleste agradeció que el encuentro quedara para la anécdota, pues lo que se le vio no pasa el corte ni como prueba de cara a la Copa América.
Volvió Messi, 265 días después de la derrota ante Francia en la Copa del Mundo. Ésa que terminó de colmarle el plato y lo orilló a ausentarse de la selección. Reapareció con ilusión renovada, pero tardó más en tocar el balón que verla hecha añicos.
Sin Di María, Agüero, o una defensa en condiciones, Lionel Messi es una isla perdida en medio del mar de calamidades al que con frecuencia se reduce el juego de la selección de Scaloni.
Messi se quedó solo en medio de la tormenta, esperando que algún balón lo encontrara para obrar milagros, pues Venezuela, con un juego más que respetable pese a sus limitaciones, aprovechaba cada uno de los errores argentinos, que fueron demasiados, para intentar hacer daño.
En Argentina no había quien marcara las descolgadas de Rondón o Machís. Tampoco había quien cortara los pases de segunda línea, ni zaguero al que no burlara con facilidad el ataque venezolano con base en velocidad y fuerza física. Y así les fue.
Venezuela tomó la ventaja por 0-1 antes de que se cumplieran cinco minutos exhibiendo las carencias albicelestes que a la postre le costarían una derrota. Salomón Rondón aprovechó un pase filtrado para definir con gran categoría frente a Armani.
Ahí estaba Messi, viendo con frustración desde el centro de la cancha que el Wanda volvía a sentarle fatal al combinado albiceleste. Hace un año que el equipo, entonces dirigido por Sampaoli, cayó por 6-1 ante España, con Messi de testigo desde el palco. Esta vez estaba en la cancha, que ya es algo, y podía ayudar. Lo intentó en esas escasas ocasiones en que sus compañeros lograban conservar el balón suficiente tiempo para hacérselo llegar y no es casualidad que fueran esos los únicos momentos en que Argentina daba señales de vida.
Venezuela, que venía por una inyección de fe, estuvo cerca del 0-2 en más ocasiones de las que Messi pudo resultar una amenaza dirigiendo el juego de su equipo. Las amenazas de la Vinotinto acabaron cumpliéndose al final de la primera parte, cuando Murillo se coló solo al área y sin marca para esperar el pase de Machís y marcar con toda la comodidad del mundo con un disparo cruzado.
El – bastante despoblado – sector argentino del Wanda enmudeció a partir de entonces. Tan poco entusiasma Argentina ya que esta vez el estadio no cubrió ni la mitad de su capacidad. El ambiente lo ponían los venezolanos, ya fuera pidiendo libertad, o coreando el nombre del arquero Wuilker Fariñez, cuando desvió por encima del marco un peligrosísimo balón de Messi, o a Salomón Rondón, quien no dejó de intentar hacer daño.
Argentina tuvo sus escasos minutos de reacción y le alcanzó para que Lautaro Martínez descontara en una jugada que iniciara Messi en el centro de la cancha. La alegría y la esperanza de poder maquillar su pobre juego con un empate le duró poco menos de un cuarto de hora. A 15 del final, Foyth regaló el 1-3 con un penal absurdo cuando derribó a Murillo dentro del área. Cobró Josef Martínez, que poco antes había entrado sustituyendo a Rondón.
Ahí se acabó cualquier amago de competitividad del cuadro argentino que debía acompañar a Messi. El ’10’ se volvía a quedar solo remando contracorriente. Y encima con la pesadumbre de saber que irremediablemente será el señalado.