Saúl “Canelo” Álvarez pasea por tierras mexicanas.
Álvarez no suele mostrar su santuario a menudo. Aquí, encuentra el solaz necesario para contrarrestar el torbellino de presiones que debe soportar como abanderado de su deporte en todo el mundo, y especialmente en su país, apasionado por el boxeo.
“Este es mi hogar, ésta es mi privacidad”, comenta “Canelo” a ESPN. “Todo esto es solo para mí y mi familia… Me encantan los caballos. Me encanta montar. Y me encanta estar aquí”.
Canelo inhala profundamente para impregnarse de los terapéuticos aromas del rancho de sus sueños, que logra disfrutar ocasionalmente entre sesiones de entrenamiento. Cuando era niño, Álvarez trabajaba en el rancho de su padre en Juanacatlán. Ordeñaba vacas, daba de comer a los cerdos y cuidaba caballos.
“Me gustaba mucho”, recuerda, “y nunca lo olvidaré”.
El riesgo de lesionarse montando un caballo en una fecha tan cerca a su pelea le hace evitar su actividad favorita. Pero eso no le hace dejar de admirar a los nobles animales.
Allí está Rancherito, uno de los primeros caballos de “Canelo”. Fue un regalo del cantante mexicano Ezequiel Peña. Espartano, el tranquilo potro reservado para su hija de 5 años María Fernanda, con una montura de color rosa. Y Río, el favorito de “Canelo”.
“Lo compré [a Río] hace como dos años, tres… viene de España”, afirma Álvarez. “Cuando compras… un caballo, debes asegurarte de que es inteligente, porque puede aprenderlo todo… puede hacer muchas cosas. Este es uno de los caballos más inteligentes que he tenido. Ellos te entienden. Si montas un caballo con temor, lo sienten”.
“Puedes conectar con un caballo, claro… Creo que [Río] es especial”.
La extensa propiedad está ubicada a las afueras de Guadalajara, lejos de las fulgurantes luces de Las Vegas, donde Álvarez (32 años) suele pelear. “Canelo” ha escenificado 16 combates en la “Ciudad del Pecado”, encabezando 15 programas a partir de 2012 cuando se enfrentó a “Sugar” Shane Mosley.
La última vez en la que compitió en Guadalajara fue un año antes, cuando retuvo su título de las 154 libras con un nocaut técnico a Ryan Rhodes en el duodécimo asalto. Durante todo el tiempo transcurrido, Álvarez ha escalado hasta conquistar la cima del pugilismo. De ganar títulos en cuatro categorías de peso distintas, pasando por una prolongada estancia en la punta del ranking de los mejores boxeadores “libra por libra” del mundo, hasta convertirse en el singular rostro del boxeo mundial.
Durante este recorrido en el que se ha visto las caras con los mejores pugilistas que el boxeo puede ofrecer (Gennadiy Golovkin, Erislandy Lara, Sergey Kovalev, Amir Khan y Miguel Cotto, entre otros), “Canelo” ha vivido y entrenado en San Diego.
En la previa de su primer combate boxístico en Guadalajara desde 2011, Álvarez (58-2-2, 39 KO) se prepara en su terruño para defender su campeonato indiscutible del peso supermediano ante el inglés John Ryder (32-5, 18 KOs) este sábado en el Akron Stadium (con transmisión EN VIVO por ESPN Knockout solo para Latinoamérica), con capacidad para más de 40,000 personas, frente a amigos, familiares y un nutrido grupo de enardecidos fanáticos que han esperado pacientemente por su regreso.
“Significa mucho para mí volver como el mejor boxeador del mundo y traer una gran pelea, un evento estelar”, indica. “Significa mucho porque, a fin de cuentas, se trata de la gente que siempre me ha apoyado desde el comienzo, así que les traigo la experiencia que he vivido en otros lugares [de Estados Unidos] para que ellos puedan vivirla, también, en su propia ciudad”.
Mejor aún, “Canelo” no espero hasta el final de su carrera boxística para traer un combate a su pueblo en México, como tantos compatriotas antes que él.
En vez de ver un regreso a casa en el ocaso de su carrera que sirva de despedida, Álvarez ha sacrificado los mega cheques (que suelen superar los $35 millones, aunque no dejará de percibir ocho cifras este sábado) que recibe en Estados Unidos, para traer a sus paisanos un evento en la plenitud de su carrera, siendo quizás el mejor boxeador del mundo, y muy posiblemente la máxima figura de este deporte.
“A veces, no se trata del dinero”, dice Álvarez. “Solo quiero pelear aquí, con la gente que me apoyó desde el inicio y siendo el mejor boxeador; no cuando me vaya a retirar… Saldré como el mejor boxeador y creo que se lo merecen”.
RIGOBERTO ÁLVAREZ TRABAJABA en la paletería de su padre y un día, tuvo la tarea de vender helados en la estación de autobuses cercana.
Pero había un problema: A sus 12 años, Rigo sentía pena. Se paseó por toda la estación de autobuses y volvió a su padre con una caja llena de hielo y paletas derretidas.
El mayor de los Álvarez volvió a llenar esa caja y, con su hijo en llanto, volvió a esa estación de autobuses (donde los vigilantes solían pedir sobornos al no tener los permisos necesarios) para enseñarle a su hijo mayor como se hacía ese trabajo.
Las paletas desaparecieron de la caja, una tras otra, a cambio de pesos. Los mismos pesos que utilizó Rigo para ver combates boxísticos en la Arena Coliseo Guadalajara, a pocos pasos de la estación de autobuses.
Poco después, Rigo quería boxear, como una forma de defenderse del tormento constante del bullying que sufría por parte de compañeros de clase más grandes y fuertes que él. Solo que su padre no quería que su familia practicara el boxeo. Por eso, Rigo se coló en gimnasios para practicar el deporte de su ídolo Julio César Chávez, considerado como el pugilista mexicano más grande de todos los tiempos.
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Cuando su padre descubrió que su hijo entrenaba para boxear, Rigo tenía 17 años, pero con suficiente independencia como para que nadie lo detuviera.
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Rigo se hizo profesional a los 22 años en México, noqueando en el primer round. Eventualmente, se mudó a Tijuana para dedicarse de pleno a su incipiente carrera boxística, pero no todo estaba saliendo según lo previsto.
Rigo volvió a Guadalajara luego de dos años de peleas profesionales, presto a colgar los guantes de forma definitiva. Pero no llegó con las manos vacías.
Esa misma noche, aproximadamente a las 7:30 p.m., llegó al hogar familiar para saludar a sus padres cuando de repente el pequeño Saúl, 12 años y medio menor que él, empezó a presionarlo.
“Oye, cuate, ¿dónde están mis guantes?”
“Mira chamaco, primero saluda y dame un abrazo. Ve a abrir la cajuela de mi auto, allí encontrarás unos guantes y un casco”.
Rigo puso los guantes a su hermano de 12 años y a otro niño del barrio que Saúl trajo con él. Volvió a conversar con su madre. El boxeo había terminado para él, dijo Rigo. Ya había tenido suficiente.
De repente, algo cambió mientras Saúl y su amigo empezaron a intercambiar golpes. Cuando Rigo paró el reloj para marcar el final del asalto, vio a su madre asombrado.
“¿Qué pasa?”, preguntó.
“Bueno, tu hijo es un diamante en bruto. Nació para esto”.
“Rigo, quiero ser como tú”, dijo “Canelo”.
“No, carnal, no serás como yo. Serás mejor”.
Aún quedaba un obstáculo importante: obtener la bendición de su padre. Todas las noches, Rigo entrenaba a Saúl en casa antes de que Santos volviera de la paletería. Eventualmente, se empezó a regar la palabra sobre un niño prodigio de 12 años que recorría los gimnasios de boxeo de Guadalajara.
Cuando cumplió 13 años, “Canelo” ya estaba listo para pelear en categorías amateur. Así que Rigo se sentó con su padre en la paletería para intentar convencerle.
“¿Por qué no quieres que pelee?”, preguntó Rigo.
“No quiero que le golpeen”, respondió Santos.
“Pero tú no entiendes una cosa de tu hijo: él nació para golpear a los demás, por lo que no tienes nada de qué preocuparte”.
Santos pareció no quedar convencido tras la charla. Pero un día, cuando “Canelo” tenía previsto competir en boxeo amateur, Santos lo llevó a la paletería. Cuando Rigo fue a casa esa noche para buscar a “Canelo” para llevarlo a su pelea, no lo consiguió.
“¿Dónde está Saúl?”, preguntó Rigo a su madre.
“De hecho, tu papá lo llevó a competir”, respondió.
Tantos años después, Santos recuerda aquella conversación en la paletería que cambió sus vidas para siempre. “Tu hijo será famoso, será una estrella. Y no le van a golpear”.
“Vaya. Tú lo dijiste, y míranos ahora: Ahora, lo estamos viviendo”.
UNA AMPLIA SONRISA cubre el rostro de José “Chepo” Reynoso mientras se sienta sobre un banco dentro del cuadrilátero de su cálido Gimnasio Julián Magdaleno en Guadalajara.
Con 70 años a cuestas, “Chepo” reconoce que su memoria no es la misma de antes; sin embargo, un momento en 2003 ha quedado indeleble en su mente para siempre, cuando un adolescente cruzó la puerta de su gimnasio por primera vez. El joven era delgado, tenía apenas 13 años y curiosamente para un mexicano, era pelirrojo y tenía pecas.
Álvarez entrenó en el Gimnasio Julián Madgaleno durante los próximos cinco alños, sentando las bases de su trascendental carrera. “Chepo” tenía claro que Saúl Álvarez no era un niño normal. Había algo innatamente especial en ese chico que apodó “Canelito”.
“El primer día que entrené fue cuando pensé: ‘Esto es lo que quiero hacer con mi vida'”, recuerda “Canelo”. “Y estoy comprometido en un 100% con ello. Me tomó año y medio debutar como profesional, así que me concentré al 100% y para mí, el boxeo siempre estuvo primero… quería convertirme en campeón mundial porque tuve buenos ejemplos en el gimnasio”.
“Es un lugar muy especial para mí, porque fue donde empecé a aprenderlo todo”, prosigue. “Siempre estaré agradecido con mi hermano Rigoberto por llevarme con Eddy y ‘Chepo’, porque fueron las personas apropiadas para llevarme a donde estoy ahora. El boxeo es un deporte rudo cuando se está en las manos equivocadas”.
El criterio que “Chepo” tuvo sobre su joven prodigio quedó comprobado durante la decimotercera pelea de Álvarez como profesional, celebrada en Tepic, capital de Nayarit, estado al occidente de México, ubicado a 173 kilómetros del gimnasio. “Canelo” tenía 17 años y cuando “Chepo” vio la contextura física de su rival en el pesaje, se preocupó de inmediato.
“Era un hombre adulto, treintañero, con un montón de tatuajes encima y muy, muy fuerte”, recuierda “Chepo”. “Pensé: ‘¡Dios mío!'”
Después de todo, “Chepo” sabía que los padres de “Canelo” le confiaron la seguridad de su hijo dentro de este deporte tan implacable. ¿Qué les diría si “Canelo” se lesionaba? Por eso, “Chepo” le informó al promotor: “Si creo que mi chico corre peligro, detendré la pelea”.
“No podíamos cancelar la pelea porque era el evento estelar, pero el promotor accedió: ‘Muy bien, si se torna demasiado peligrosa, detienes la pelea'”, recuerda “Chepo”. “Y le dije a Saúl: ‘Estoy preocupado… él es muy fuerte'”.
“Canelo” no tardó en calmar los temores de su entrenador. Derribó a Jesús Hernández en los momentos finales del primer asalto, noqueándolo a los 12 segundos de iniciado el segundo round.
“Saúl fue a la esquina y me dijo: ‘¡Ahí tienes tu preocupación!'”, indica “Chepo”. “Desde ese día, no me volví a preocupar”.
Álvarez empezó a noquear a sus rivales, grandes y pequeños, rápidos y poderosos, desde las 174 libras a las 175. En todo su trayecto, exhibió las cinco características que “Chepo” dice buscar en un boxeador de élite: disciplina, talento, carácter, resistencia a los golpes y, por supuesto, pegada poderosa.
“Lanzaba golpes y siempre se movía hacia adelante, pero no movía la cabeza. Por eso, empezamos a enseñarle a mover el cuerpo, hacer fintas y muchas otras cosas”, afirma “Chepo”. “Todo lo que le enseñamos, lo aprendió sumamente rápido… Nos quedamos asombrados”.
“Mira, este chico aprende. Y no solo eso, viene y lo hace todo en el cuadrilátero. Esa fue la diferencia entre él y tantos otros chicos que no logran surgir en este deporte”.
En octubre de 2005, Álvarez estaba listo para hacer su debut como profesional. El lugar: la Arena Chololo Larios, un humilde estadio de la población de Tonalá bautizada con el nombre del primer campeón formado por “Chepo”: Óscar “Chololo” Larios.
“Canelo” se impuso por nocaut técnico en el cuarto asalto y le pidió a su ídolo “Chololo”: “Quiero que estés en mi esquina cuando me haga campeón”.
“Saúl ha hablado de ello. Recibió mucha motivación del “Chololo”, un hombre disciplinado que se convirtió en campeón mundial”, indica “Chepo”, “y Saúl vio cómo tratan a un campeón mundial y dijo: ‘Yo también quiero ser campeón mundial'”.
“Canelo” prosiguió su formación. Afinó su boxeo en México antes de viajar a Estados Unidos para someterse a su primera prueba legítima (y presentarse ante el público de ese país).
Durante el programa boxístico que terminó con el combate entre Floyd Mayweather y Shane Mosley en mayo de 2010, “Canelo” fue estremecido en el primer asalto por José Cotto, hermano del entonces boxeador estrella Miguel Cotto. Álvarez sorteó la tormenta y remontó para noquear en el noveno round.
“Cuando empezó a boxear solía noquear mucho, por lo que yo sabía que tenía ese poder en sus manos. Sabíamos que era inteligente, pero nunca le habían impactado de esa forma”, recuerda “Chepo”. “No sabíamos si era capaz de absorber los golpes. Cotto le impactó en el primer round en Las Vegas. Fue su debut en Las Vegas y lo hizo bien…”
“Estaba herido, pero no cayó. Fue el único asalto que perdió. Después recuperó el control y la pelea terminó en el segundo round. Ese día supimos que Saúl también tenía una buena mandíbula”.
Con esas victorias, Saúl “Canelito” Álvarez se convirtió en Saúl “Canelo” Álvarez y mientras su estrella creció hasta alcanzar proporciones meteóricas, se transformó en una persona monónima: Canelo.
En marzo de 2011, a cuatro meses de cumplir 21 años, “Canelo” se hizo campeón imponiéndose por decisión a Matthew Hatton (hermano menor de Ricky Hatton) en Anaheim, California. En su esquina estaba Óscar “El Chololo” Larios.
“Saúl siempre cumple su palabra”, dice “Chepo”. “Ha sido así desde que era niño. Siempre cumple sus promesas (no tiene dos caras) y hace lo que dice que va a hacer, y eso me da mucha felicidad”.
Tres meses después, en junio de 2011, Álvarez defendió su título por primera vez. El sitio: una arena con capacidad para 15,000 personas en Guadalajara, propiedad del legendario cantante mexicano Vicente Fernández.
“Vicente Fernández y otras celebridades estuvieron presentes para ver la pelea y la gente estaba emocionada porque vine como campeón mundial a defender mi título por primera vez…”, recuerda “Canelo”. “Me alegró ofrecerles una pelea por el campeonato a la gente que me apoyó desde el inicio de mi carrera”.
Álvarez no pelea en México desde noviembre de 2011, cuando se enfrentó a Kermit Cintrón en la capital del país. Los asistentes vieron a un victorioso prospecto en ascenso que estaba a punto de mostrarse ante el gran público, con amplia aceptación. Este sábado, volverá a encontrarse con esa afición como el rostro del boxeo actual y uno de los atletas mejor pagados del mundo.
EL LEMA DE CANELO está estampado con grandes letras grandes, rodeadas por estrellas de oro, sobre el muro negro de su lujoso gimnasio con aire acondicionado, ubicado en la exclusiva zona occidental de Guadalajara.
No Boxing, No Life.
Sin boxeo, no hay vida.
El gimnasio está a poca distancia del rancho. Y esta mañana, a solo 19 días de la pelea, hay poco tiempo para las bromas. Álvarez salta la cuerda mientras Eddy Reynoso le mira atentamente. La gorra negra de Reynoso tiene ese mismo lema estampado.
Un aura de seriedad sigue a Álvarez y su equipo mientras entrena, y “Canelo” necesitaba reiniciarlo todo tras un 2022 decepcionante.
En mayo pasado “Canelo”, que peleaba por segunda vez en la categoría de las 175 libras, fue arrollado por el campeón Dmitry Bivol. Cuatro meses después de sufrir ese traspiés, Álvarez volvió a las 168 libras para defender su campeonato indiscutido contra su eterno rival GGG. “Canelo” se hizo con la victoria, pero no parecía ser el mismo de siempre. Después de la pelea, declaró que requeriría someterse a una cirugía para reparar una molesta lesión en la muñeca izquierda.
“Cuando pierdes, es difícil, pero así es el boxeo y la vida…”, dice Álvarez. “Hay mucho estrés cuando tienes problemas en tu cuerpo… Como boxeador, digo: ‘No… puedo seguir entrenando y puedo hacerlo con una mano’, y eso no es cierto. Debes estar al 100% porque… los boxeadores entrenan al 100% cuando pelean conmigo, porque no tienen nada que perder. Eso es mucho más peligroso para mí”.
Eddy Reynoso sabe el nivel de exigencia que “Canelo” se impone a sí mismo entre las pruebas y tribulaciones del deporte más cruel.
“[Estos han sido] los momentos más difíciles de su carrera… han pasado muchas cosas, pero a él no le gusta demostrarlo”, afirma Reynoso. “Sé que ha tenido momentos difíciles en su vida personal, pero siempre ha sido una persona fuerte y nunca te permite ver su desesperación”.
“Y esa es una de sus mejores cualidades. A pesar de pasar por momentos difíciles, siempre muestra su mejor actitud en el gimnasio y eso le ha convertido en un hombre fuerte”.
El momento más difícil de su carrera profesional se produjo cuando “Canelo” apenas tenía 23 años, lejos de convertirse en el boxeador multidimensional que llegaría a ser. Incluso entonces (en medio de la derrota), demostró su inmenso estrellato.
Mayweather no tuvo dificultades para vencer por decisión cuando ambos púgiles chocaron en 2013, en un evento que generó ingresos aproximados de $150 millones, siendo entonces el segundo combate boxístico más lucrativo de la historia.
Álvarez se sintió decepcionado a pesar del inmenso éxito comercial.
“Se dio cuenta de que aún tenía cosas por aprender, levantar la cabeza y seguir adelante…”, dijo “Chepo”. “No puedes sentarte a llorar tus derrotas: no, no. Tienes que pensar: ‘Debo aprender más, tengo que saber más, tengo que trabajar más fuerte'”.
Obviamente, “Canelo” adoptó esa mentalidad y mejoró sustancialmente. Eddy indica que, por tradición, los boxeadores mexicanos comienzan sus trayectorias en las 135 libras o menos. Ese fue el caso de leyendas como Chávez, Juan Manuel Márquez, Erik Morales y Marco Antonio Barrera.
¿Y un ícono del boxeo mexicano compitiendo en las 160 libras, 168 o 175? Claro, ha habido púgiles mexicanos que han ganado títulos en esas categorías, pero nunca al máximo nivel.
“Es un boxeador muy pequeño para esas divisiones. A pesar de ello, ha vencido [todos los retos] de su carrera y por eso, creo que ha sido y seguirá siendo un atleta poco convencional”, indica Reynoso.
“Saúl ha sido el ídolo mexicano que quería su país, porque los estadios se llenan cada vez que pelea… A mi criterio, Saúl es, sin duda alguna, el mejor boxeador mexicano de la historia”.
Muchos dirán que Chávez sigue siendo el mejor de todos los tiempos, pero “Canelo” sigue sumando argumentos a su favor. A dos meses de cumplir 33 años, Álvarez se mantiene a plenitud de condiciones, con posibilidades de acabar con cualquier duda sobre su jerarquía.
Álvarez sigue buscando la revancha contra Bivol, un desafío que parece ser una tarea insuperable si consideramos cómo transcurrió la primera pelea. Y también hay posibilidades de que se produzca un combate contra el mexicoestadounidense David Benavídez, boxeador invicto y pegador de volumen.
Las victorias sobre Bivol y Benavidez servirían para consolidar a Álvarez como el mejor boxeador mexicano de todos los tiempos. Este sábado, devolverá el favor a quienes le han apoyado desde el primer día.
“Creo que vamos a disfrutar la pelea de Saúl y eso motiva a muchos niños”, indica Rigo. “Creo que, hoy en día, muchos niños consiguen motivación en Saúl ‘Canelo’ Álvarez de la misma forma en la que a nosotros nos motivaba Julio César Chávez. Y eso es bueno porque un día, un niño le dirá a Saúl: ‘Quiero ser como tú’, y él podrá responderle: ‘No. Serás mejor que yo'”.
Es probable que “Canelo” tenga un invitado especial en las tribunas. Su abuela nunca lo ha visto frente al cuadrilátero (“Canelo” dice que ella siente temor cuando está en el ring), pero espera que haga presencia entre los más de 40,000 aficionados obsesionados por el hermoso deporte del boxeo y que ondearán la bandera de México, para aupar al hombre que se ha convertido en sinónimo del pugilismo.
“Esta es la gente que siempre me ha apoyado desde el comienzo, así que les traigo la experiencia que he vivido en otros lugares para que ellos también puedan vivirla en su ciudad”, expresa.
“Será una de las mejores noches de mi carrera… Será un momento muy especial para mí y para mi gente”.
Y después de que termine la pelea, no habrá una lujosa fiesta post-combate en Las Vegas o celebridades de primer nivel esperándole en un club suntuoso. Al contrario, “Canelo” volverá a su entorno familiar, sus caballos y su rancho. Ese lugar que le da al pugilista más famoso del mundo la tranquilidad que tanto añora.
Saúl “Canelo” Álvarez pasea por tierras mexicanas, pasa por la elegante fuente adornada con la estatua de un caballo, que recibe a los visitantes, e ingresa al establo donde pernoctan sus preciados sementales (posee 30 potros) en su rancho llamado “Las Reinas”, bautizado así por su esposa y dos hijas.
Álvarez no suele mostrar su santuario a menudo. Aquí, encuentra el solaz necesario para contrarrestar el torbellino de presiones que debe soportar como abanderado de su deporte en todo el mundo, y especialmente en su país, apasionado por el boxeo.
“Este es mi hogar, ésta es mi privacidad”, comenta “Canelo” a ESPN. “Todo esto es solo para mí y mi familia… Me encantan los caballos. Me encanta montar. Y me encanta estar aquí”.
Canelo inhala profundamente para impregnarse de los terapéuticos aromas del rancho de sus sueños, que logra disfrutar ocasionalmente entre sesiones de entrenamiento. Cuando era niño, Álvarez trabajaba en el rancho de su padre en Juanacatlán. Ordeñaba vacas, daba de comer a los cerdos y cuidaba caballos.
“Me gustaba mucho”, recuerda, “y nunca lo olvidaré”.
El riesgo de lesionarse montando un caballo en una fecha tan cerca a su pelea le hace evitar su actividad favorita. Pero eso no le hace dejar de admirar a los nobles animales.
Allí está Rancherito, uno de los primeros caballos de “Canelo”. Fue un regalo del cantante mexicano Ezequiel Peña. Espartano, el tranquilo potro reservado para su hija de 5 años María Fernanda, con una montura de color rosa. Y Río, el favorito de “Canelo”.
“Lo compré [a Río] hace como dos años, tres… viene de España”, afirma Álvarez. “Cuando compras… un caballo, debes asegurarte de que es inteligente, porque puede aprenderlo todo… puede hacer muchas cosas. Este es uno de los caballos más inteligentes que he tenido. Ellos te entienden. Si montas un caballo con temor, lo sienten”.
“Puedes conectar con un caballo, claro… Creo que [Río] es especial”.
La extensa propiedad está ubicada a las afueras de Guadalajara, lejos de las fulgurantes luces de Las Vegas, donde Álvarez (32 años) suele pelear. “Canelo” ha escenificado 16 combates en la “Ciudad del Pecado”, encabezando 15 programas a partir de 2012 cuando se enfrentó a “Sugar” Shane Mosley.
La última vez en la que compitió en Guadalajara fue un año antes, cuando retuvo su título de las 154 libras con un nocaut técnico a Ryan Rhodes en el duodécimo asalto. Durante todo el tiempo transcurrido, Álvarez ha escalado hasta conquistar la cima del pugilismo. De ganar títulos en cuatro categorías de peso distintas, pasando por una prolongada estancia en la punta del ranking de los mejores boxeadores “libra por libra” del mundo, hasta convertirse en el singular rostro del boxeo mundial.
Durante este recorrido en el que se ha visto las caras con los mejores pugilistas que el boxeo puede ofrecer (Gennadiy Golovkin, Erislandy Lara, Sergey Kovalev, Amir Khan y Miguel Cotto, entre otros), “Canelo” ha vivido y entrenado en San Diego.
En la previa de su primer combate boxístico en Guadalajara desde 2011, Álvarez (58-2-2, 39 KO) se prepara en su terruño para defender su campeonato indiscutible del peso supermediano ante el inglés John Ryder (32-5, 18 KOs) este sábado en el Akron Stadium (con transmisión EN VIVO por ESPN Knockout solo para Latinoamérica), con capacidad para más de 40,000 personas, frente a amigos, familiares y un nutrido grupo de enardecidos fanáticos que han esperado pacientemente por su regreso.
“Significa mucho para mí volver como el mejor boxeador del mundo y traer una gran pelea, un evento estelar”, indica. “Significa mucho porque, a fin de cuentas, se trata de la gente que siempre me ha apoyado desde el comienzo, así que les traigo la experiencia que he vivido en otros lugares [de Estados Unidos] para que ellos puedan vivirla, también, en su propia ciudad”.
Mejor aún, “Canelo” no espero hasta el final de su carrera boxística para traer un combate a su pueblo en México, como tantos compatriotas antes que él.
En vez de ver un regreso a casa en el ocaso de su carrera que sirva de despedida, Álvarez ha sacrificado los mega cheques (que suelen superar los $35 millones, aunque no dejará de percibir ocho cifras este sábado) que recibe en Estados Unidos, para traer a sus paisanos un evento en la plenitud de su carrera, siendo quizás el mejor boxeador del mundo, y muy posiblemente la máxima figura de este deporte.
“A veces, no se trata del dinero”, dice Álvarez. “Solo quiero pelear aquí, con la gente que me apoyó desde el inicio y siendo el mejor boxeador; no cuando me vaya a retirar… Saldré como el mejor boxeador y creo que se lo merecen”.
RIGOBERTO ÁLVAREZ TRABAJABA en la paletería de su padre y un día, tuvo la tarea de vender helados en la estación de autobuses cercana.
Pero había un problema: A sus 12 años, Rigo sentía pena. Se paseó por toda la estación de autobuses y volvió a su padre con una caja llena de hielo y paletas derretidas.
El mayor de los Álvarez volvió a llenar esa caja y, con su hijo en llanto, volvió a esa estación de autobuses (donde los vigilantes solían pedir sobornos al no tener los permisos necesarios) para enseñarle a su hijo mayor como se hacía ese trabajo.
Las paletas desaparecieron de la caja, una tras otra, a cambio de pesos. Los mismos pesos que utilizó Rigo para ver combates boxísticos en la Arena Coliseo Guadalajara, a pocos pasos de la estación de autobuses.
Poco después, Rigo quería boxear, como una forma de defenderse del tormento constante del bullying que sufría por parte de compañeros de clase más grandes y fuertes que él. Solo que su padre no quería que su familia practicara el boxeo. Por eso, Rigo se coló en gimnasios para practicar el deporte de su ídolo Julio César Chávez, considerado como el pugilista mexicano más grande de todos los tiempos.
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Cuando su padre descubrió que su hijo entrenaba para boxear, Rigo tenía 17 años, pero con suficiente independencia como para que nadie lo detuviera.
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Rigo se hizo profesional a los 22 años en México, noqueando en el primer round. Eventualmente, se mudó a Tijuana para dedicarse de pleno a su incipiente carrera boxística, pero no todo estaba saliendo según lo previsto.
Rigo volvió a Guadalajara luego de dos años de peleas profesionales, presto a colgar los guantes de forma definitiva. Pero no llegó con las manos vacías.
Esa misma noche, aproximadamente a las 7:30 p.m., llegó al hogar familiar para saludar a sus padres cuando de repente el pequeño Saúl, 12 años y medio menor que él, empezó a presionarlo.
“Oye, cuate, ¿dónde están mis guantes?”
“Mira chamaco, primero saluda y dame un abrazo. Ve a abrir la cajuela de mi auto, allí encontrarás unos guantes y un casco”.
Rigo puso los guantes a su hermano de 12 años y a otro niño del barrio que Saúl trajo con él. Volvió a conversar con su madre. El boxeo había terminado para él, dijo Rigo. Ya había tenido suficiente.
De repente, algo cambió mientras Saúl y su amigo empezaron a intercambiar golpes. Cuando Rigo paró el reloj para marcar el final del asalto, vio a su madre asombrado.
“¿Qué pasa?”, preguntó.
“Bueno, tu hijo es un diamante en bruto. Nació para esto”.
“Rigo, quiero ser como tú”, dijo “Canelo”.
“No, carnal, no serás como yo. Serás mejor”.
Aún quedaba un obstáculo importante: obtener la bendición de su padre. Todas las noches, Rigo entrenaba a Saúl en casa antes de que Santos volviera de la paletería. Eventualmente, se empezó a regar la palabra sobre un niño prodigio de 12 años que recorría los gimnasios de boxeo de Guadalajara.
Cuando cumplió 13 años, “Canelo” ya estaba listo para pelear en categorías amateur. Así que Rigo se sentó con su padre en la paletería para intentar convencerle.
“¿Por qué no quieres que pelee?”, preguntó Rigo.
“No quiero que le golpeen”, respondió Santos.
“Pero tú no entiendes una cosa de tu hijo: él nació para golpear a los demás, por lo que no tienes nada de qué preocuparte”.
Santos pareció no quedar convencido tras la charla. Pero un día, cuando “Canelo” tenía previsto competir en boxeo amateur, Santos lo llevó a la paletería. Cuando Rigo fue a casa esa noche para buscar a “Canelo” para llevarlo a su pelea, no lo consiguió.
“¿Dónde está Saúl?”, preguntó Rigo a su madre.
“De hecho, tu papá lo llevó a competir”, respondió.
Tantos años después, Santos recuerda aquella conversación en la paletería que cambió sus vidas para siempre. “Tu hijo será famoso, será una estrella. Y no le van a golpear”.
“Vaya. Tú lo dijiste, y míranos ahora: Ahora, lo estamos viviendo”.
UNA AMPLIA SONRISA cubre el rostro de José “Chepo” Reynoso mientras se sienta sobre un banco dentro del cuadrilátero de su cálido Gimnasio Julián Magdaleno en Guadalajara.
Con 70 años a cuestas, “Chepo” reconoce que su memoria no es la misma de antes; sin embargo, un momento en 2003 ha quedado indeleble en su mente para siempre, cuando un adolescente cruzó la puerta de su gimnasio por primera vez. El joven era delgado, tenía apenas 13 años y curiosamente para un mexicano, era pelirrojo y tenía pecas.
Álvarez entrenó en el Gimnasio Julián Madgaleno durante los próximos cinco alños, sentando las bases de su trascendental carrera. “Chepo” tenía claro que Saúl Álvarez no era un niño normal. Había algo innatamente especial en ese chico que apodó “Canelito”.
“El primer día que entrené fue cuando pensé: ‘Esto es lo que quiero hacer con mi vida'”, recuerda “Canelo”. “Y estoy comprometido en un 100% con ello. Me tomó año y medio debutar como profesional, así que me concentré al 100% y para mí, el boxeo siempre estuvo primero… quería convertirme en campeón mundial porque tuve buenos ejemplos en el gimnasio”.
“Es un lugar muy especial para mí, porque fue donde empecé a aprenderlo todo”, prosigue. “Siempre estaré agradecido con mi hermano Rigoberto por llevarme con Eddy y ‘Chepo’, porque fueron las personas apropiadas para llevarme a donde estoy ahora. El boxeo es un deporte rudo cuando se está en las manos equivocadas”.
El criterio que “Chepo” tuvo sobre su joven prodigio quedó comprobado durante la decimotercera pelea de Álvarez como profesional, celebrada en Tepic, capital de Nayarit, estado al occidente de México, ubicado a 173 kilómetros del gimnasio. “Canelo” tenía 17 años y cuando “Chepo” vio la contextura física de su rival en el pesaje, se preocupó de inmediato.
“Era un hombre adulto, treintañero, con un montón de tatuajes encima y muy, muy fuerte”, recuierda “Chepo”. “Pensé: ‘¡Dios mío!'”
Después de todo, “Chepo” sabía que los padres de “Canelo” le confiaron la seguridad de su hijo dentro de este deporte tan implacable. ¿Qué les diría si “Canelo” se lesionaba? Por eso, “Chepo” le informó al promotor: “Si creo que mi chico corre peligro, detendré la pelea”.
“No podíamos cancelar la pelea porque era el evento estelar, pero el promotor accedió: ‘Muy bien, si se torna demasiado peligrosa, detienes la pelea'”, recuerda “Chepo”. “Y le dije a Saúl: ‘Estoy preocupado… él es muy fuerte'”.
“Canelo” no tardó en calmar los temores de su entrenador. Derribó a Jesús Hernández en los momentos finales del primer asalto, noqueándolo a los 12 segundos de iniciado el segundo round.
“Saúl fue a la esquina y me dijo: ‘¡Ahí tienes tu preocupación!'”, indica “Chepo”. “Desde ese día, no me volví a preocupar”.
Álvarez empezó a noquear a sus rivales, grandes y pequeños, rápidos y poderosos, desde las 174 libras a las 175. En todo su trayecto, exhibió las cinco características que “Chepo” dice buscar en un boxeador de élite: disciplina, talento, carácter, resistencia a los golpes y, por supuesto, pegada poderosa.
“Lanzaba golpes y siempre se movía hacia adelante, pero no movía la cabeza. Por eso, empezamos a enseñarle a mover el cuerpo, hacer fintas y muchas otras cosas”, afirma “Chepo”. “Todo lo que le enseñamos, lo aprendió sumamente rápido… Nos quedamos asombrados”.
“Mira, este chico aprende. Y no solo eso, viene y lo hace todo en el cuadrilátero. Esa fue la diferencia entre él y tantos otros chicos que no logran surgir en este deporte”.
En octubre de 2005, Álvarez estaba listo para hacer su debut como profesional. El lugar: la Arena Chololo Larios, un humilde estadio de la población de Tonalá bautizada con el nombre del primer campeón formado por “Chepo”: Óscar “Chololo” Larios.
“Canelo” se impuso por nocaut técnico en el cuarto asalto y le pidió a su ídolo “Chololo”: “Quiero que estés en mi esquina cuando me haga campeón”.
“Saúl ha hablado de ello. Recibió mucha motivación del “Chololo”, un hombre disciplinado que se convirtió en campeón mundial”, indica “Chepo”, “y Saúl vio cómo tratan a un campeón mundial y dijo: ‘Yo también quiero ser campeón mundial'”.
“Canelo” prosiguió su formación. Afinó su boxeo en México antes de viajar a Estados Unidos para someterse a su primera prueba legítima (y presentarse ante el público de ese país).
Durante el programa boxístico que terminó con el combate entre Floyd Mayweather y Shane Mosley en mayo de 2010, “Canelo” fue estremecido en el primer asalto por José Cotto, hermano del entonces boxeador estrella Miguel Cotto. Álvarez sorteó la tormenta y remontó para noquear en el noveno round.
“Cuando empezó a boxear solía noquear mucho, por lo que yo sabía que tenía ese poder en sus manos. Sabíamos que era inteligente, pero nunca le habían impactado de esa forma”, recuerda “Chepo”. “No sabíamos si era capaz de absorber los golpes. Cotto le impactó en el primer round en Las Vegas. Fue su debut en Las Vegas y lo hizo bien…”
“Estaba herido, pero no cayó. Fue el único asalto que perdió. Después recuperó el control y la pelea terminó en el segundo round. Ese día supimos que Saúl también tenía una buena mandíbula”.
Con esas victorias, Saúl “Canelito” Álvarez se convirtió en Saúl “Canelo” Álvarez y mientras su estrella creció hasta alcanzar proporciones meteóricas, se transformó en una persona monónima: Canelo.
En marzo de 2011, a cuatro meses de cumplir 21 años, “Canelo” se hizo campeón imponiéndose por decisión a Matthew Hatton (hermano menor de Ricky Hatton) en Anaheim, California. En su esquina estaba Óscar “El Chololo” Larios.
“Saúl siempre cumple su palabra”, dice “Chepo”. “Ha sido así desde que era niño. Siempre cumple sus promesas (no tiene dos caras) y hace lo que dice que va a hacer, y eso me da mucha felicidad”.
Tres meses después, en junio de 2011, Álvarez defendió su título por primera vez. El sitio: una arena con capacidad para 15,000 personas en Guadalajara, propiedad del legendario cantante mexicano Vicente Fernández.
“Vicente Fernández y otras celebridades estuvieron presentes para ver la pelea y la gente estaba emocionada porque vine como campeón mundial a defender mi título por primera vez…”, recuerda “Canelo”. “Me alegró ofrecerles una pelea por el campeonato a la gente que me apoyó desde el inicio de mi carrera”.
Álvarez no pelea en México desde noviembre de 2011, cuando se enfrentó a Kermit Cintrón en la capital del país. Los asistentes vieron a un victorioso prospecto en ascenso que estaba a punto de mostrarse ante el gran público, con amplia aceptación. Este sábado, volverá a encontrarse con esa afición como el rostro del boxeo actual y uno de los atletas mejor pagados del mundo.
EL LEMA DE CANELO está estampado con grandes letras grandes, rodeadas por estrellas de oro, sobre el muro negro de su lujoso gimnasio con aire acondicionado, ubicado en la exclusiva zona occidental de Guadalajara.
No Boxing, No Life.
Sin boxeo, no hay vida.
El gimnasio está a poca distancia del rancho. Y esta mañana, a solo 19 días de la pelea, hay poco tiempo para las bromas. Álvarez salta la cuerda mientras Eddy Reynoso le mira atentamente. La gorra negra de Reynoso tiene ese mismo lema estampado.
Un aura de seriedad sigue a Álvarez y su equipo mientras entrena, y “Canelo” necesitaba reiniciarlo todo tras un 2022 decepcionante.
En mayo pasado “Canelo”, que peleaba por segunda vez en la categoría de las 175 libras, fue arrollado por el campeón Dmitry Bivol. Cuatro meses después de sufrir ese traspiés, Álvarez volvió a las 168 libras para defender su campeonato indiscutido contra su eterno rival GGG. “Canelo” se hizo con la victoria, pero no parecía ser el mismo de siempre. Después de la pelea, declaró que requeriría someterse a una cirugía para reparar una molesta lesión en la muñeca izquierda.
“Cuando pierdes, es difícil, pero así es el boxeo y la vida…”, dice Álvarez. “Hay mucho estrés cuando tienes problemas en tu cuerpo… Como boxeador, digo: ‘No… puedo seguir entrenando y puedo hacerlo con una mano’, y eso no es cierto. Debes estar al 100% porque… los boxeadores entrenan al 100% cuando pelean conmigo, porque no tienen nada que perder. Eso es mucho más peligroso para mí”.
Eddy Reynoso sabe el nivel de exigencia que “Canelo” se impone a sí mismo entre las pruebas y tribulaciones del deporte más cruel.
“[Estos han sido] los momentos más difíciles de su carrera… han pasado muchas cosas, pero a él no le gusta demostrarlo”, afirma Reynoso. “Sé que ha tenido momentos difíciles en su vida personal, pero siempre ha sido una persona fuerte y nunca te permite ver su desesperación”.
“Y esa es una de sus mejores cualidades. A pesar de pasar por momentos difíciles, siempre muestra su mejor actitud en el gimnasio y eso le ha convertido en un hombre fuerte”.
El momento más difícil de su carrera profesional se produjo cuando “Canelo” apenas tenía 23 años, lejos de convertirse en el boxeador multidimensional que llegaría a ser. Incluso entonces (en medio de la derrota), demostró su inmenso estrellato.
Mayweather no tuvo dificultades para vencer por decisión cuando ambos púgiles chocaron en 2013, en un evento que generó ingresos aproximados de $150 millones, siendo entonces el segundo combate boxístico más lucrativo de la historia.
Álvarez se sintió decepcionado a pesar del inmenso éxito comercial.
“Se dio cuenta de que aún tenía cosas por aprender, levantar la cabeza y seguir adelante…”, dijo “Chepo”. “No puedes sentarte a llorar tus derrotas: no, no. Tienes que pensar: ‘Debo aprender más, tengo que saber más, tengo que trabajar más fuerte'”.
Obviamente, “Canelo” adoptó esa mentalidad y mejoró sustancialmente. Eddy indica que, por tradición, los boxeadores mexicanos comienzan sus trayectorias en las 135 libras o menos. Ese fue el caso de leyendas como Chávez, Juan Manuel Márquez, Erik Morales y Marco Antonio Barrera.
¿Y un ícono del boxeo mexicano compitiendo en las 160 libras, 168 o 175? Claro, ha habido púgiles mexicanos que han ganado títulos en esas categorías, pero nunca al máximo nivel.
“Es un boxeador muy pequeño para esas divisiones. A pesar de ello, ha vencido [todos los retos] de su carrera y por eso, creo que ha sido y seguirá siendo un atleta poco convencional”, indica Reynoso.
“Saúl ha sido el ídolo mexicano que quería su país, porque los estadios se llenan cada vez que pelea… A mi criterio, Saúl es, sin duda alguna, el mejor boxeador mexicano de la historia”.
Muchos dirán que Chávez sigue siendo el mejor de todos los tiempos, pero “Canelo” sigue sumando argumentos a su favor. A dos meses de cumplir 33 años, Álvarez se mantiene a plenitud de condiciones, con posibilidades de acabar con cualquier duda sobre su jerarquía.
Álvarez sigue buscando la revancha contra Bivol, un desafío que parece ser una tarea insuperable si consideramos cómo transcurrió la primera pelea. Y también hay posibilidades de que se produzca un combate contra el mexicoestadounidense David Benavídez, boxeador invicto y pegador de volumen.
Las victorias sobre Bivol y Benavidez servirían para consolidar a Álvarez como el mejor boxeador mexicano de todos los tiempos. Este sábado, devolverá el favor a quienes le han apoyado desde el primer día.
“Creo que vamos a disfrutar la pelea de Saúl y eso motiva a muchos niños”, indica Rigo. “Creo que, hoy en día, muchos niños consiguen motivación en Saúl ‘Canelo’ Álvarez de la misma forma en la que a nosotros nos motivaba Julio César Chávez. Y eso es bueno porque un día, un niño le dirá a Saúl: ‘Quiero ser como tú’, y él podrá responderle: ‘No. Serás mejor que yo'”.
Es probable que “Canelo” tenga un invitado especial en las tribunas. Su abuela nunca lo ha visto frente al cuadrilátero (“Canelo” dice que ella siente temor cuando está en el ring), pero espera que haga presencia entre los más de 40,000 aficionados obsesionados por el hermoso deporte del boxeo y que ondearán la bandera de México, para aupar al hombre que se ha convertido en sinónimo del pugilismo.
“Esta es la gente que siempre me ha apoyado desde el comienzo, así que les traigo la experiencia que he vivido en otros lugares para que ellos también puedan vivirla en su ciudad”, expresa.
“Será una de las mejores noches de mi carrera… Será un momento muy especial para mí y para mi gente”.
Y después de que termine la pelea, no habrá una lujosa fiesta post-combate en Las Vegas o celebridades de primer nivel esperándole en un club suntuoso. Al contrario, “Canelo” volverá a su entorno familiar, sus caballos y su rancho. Ese lugar que le da al pugilista más famoso del mundo la tranquilidad que tanto añora.