Nadal arrolla a Tsitsipas y ya está en la final de Australia
El tenista mallorquín destroza al joven jugador griego en tres sets (6-2, 6-4 y 6-0)
Rafael Nadal es de aquellos deportistas que parecen no tener un límite. Incluso se podría decir, como el buen vino, que contra más añejo mucho mejor deportista es. Y sino que se lo pregunten a un jovencísimo Stefanos Tsitsipas, un talento griego, de Atenas, con apenas 20 años y que apunta grandes cosas pero que este jueves ha caído, pese a ofrecer resistencia con su extraordinario saque, ante un Nadal, rápido, agresivo pero a la vez muy cerebral, que lo ha borrado de la pista, tan rápido como la superficie, en tres sets (6-2, 6-4 y 6-0).
Ha parecido que era el duelo de los saques directos y de los juegos en blanco. Pero siempre, siempre, en el momento decisivo, con un poquito más, el partido se decantaba en el lado de la cancha de Nadal. Así una y otra vez, hasta en la segunda manga, la más igualada de las tres. Porque en el primer set el tenista mallorquín comenzó a cimentar la victoria y en el tercero, con un Tsitsipas que ya había bajado la guardia, Nadal ya pareció que se paseaba para cerrar con un 6-0 sin respuesta y buscar de este modo su quinta final, con Djokovic como presumible rival, camino de una segunda victoria en Melbourne, en el décimo aniversario del triunfo ante Roger Federer.
Un instante clave
Solo hubo un instante en el que solo pareció que el joven griego podía subirse a las barbas de Nadal. Ocurrió durante el segundo set, en el quinto juego. Nadal gozó de un 0-40 que presumía una ruptura de servicio pero Tsitsipas no solo lo igualó sino que lo remontó para colocarse con ventaja de 3-2. Era el momento para que el público de Melbourne que soportaba un terrorífico calor -40 grados y con el techo abierto- soñase con una ampliación de un partido que apuntaba tal como fue a un final rápido. Nadal, sin embargo, se apuntó también la segunda manga y ya puso la directa hacia su victoria. Una más. Una final más para un tenista que parece no tener fin y al que, como el buen vino, hay que saborear, sin prisas y con buena copa.