El Inter de Milán, salvo milagro impensable, acompañará al Bayern Múnich a los octavos de final de la Champions. Igualó, 3-3, un partido loco en el Camp Nou y venciendo en la próxima jornada al Viktoria en el Giuseppe Meazza sentenciará la segunda eliminación consecutiva del Barcelona en una fase de grupos. Querer no siempre es poder. Y cuando no acompaña el fútbol, los retos se convierten en imposibles.
Igualó el Inter en un Camp Nou cuyos alrededores estaban encendidos desde horas antes de que comenzase el partido y cuya afición empujó hasta comprender que no había nada que hacer, cuando en poco más que un suspiro Barella y Lautaro le dieron la vuelta al inicial gol local. Lo que para algunos fue un final de primera parte excelente, para otros fue un espejísmo. El travesaño y Ter Stegen habían salvado ya el 0-1 antes del 1-0 y el plan del Inter, perfectamente trabajado y soberbiamente ejecutado, no se tambaleó a pesar del golpe.
Fue una primera mitad que ya dejó patente la impotencia del Barça, con más corazón que fútbol, y la solvencia de un Inter que le sorprendió de manera evidente. Nunca perdió la cabeza ni la concentración el equipo italiano mientras que pocas veces pareció tener la cabeza en su sitio el equipo español.
DEL TODO A LA NADA
A partir de ahí se comprendió que la euforia de la hinchada local no tenía demasiada razón de ser porque futbolísticamente se había asistido a un pequeño milagro. Un milagro que se fue desvaneciendo sin suerte de cambiar el destino. Un error colosal de Piqué permitió igualar a Barella y el único cometido por Èric ante Lautaro permitió al aregntino marcar un golazo que le dio la vuelta al marcador y convirtió el ambiente en un funeral.
Reaccionó Xavi con los cambios. Con Ansu y De Jong principalmente, para darle más empuje y ánimo a su equipo, pero nada de ello bastó para consumar lo que ya se entendía un milagro. Igualó con fortuna Lewandowski para llevar el partido a un final histérico, empujando todo el estadio en busca del 3-2… que se convirtió en el 2-3 de Gosens después de otro error garrafal de la defensa.
Y ni el gol final, desesperado, del polaco para igualar evitó la depresión de un Barça que en dos semanas, de no mediar un milagro que se adivina impensable, se despedirá, otra vez, en la fase de grupos de la Champions.