El gran perdedor en el mercado de fichajes es Barcelona
BARCELONA — El Barcelona ha perdido de una tacada 58 goles y 24 asistencias respecto a la temporada pasada. Lionel Messi, autor de 38 dianas y repartidor de otras 12, fue invitado a marcharse, por sorpresa, cuando ya ensayaba su discurso como capitán; Antoine Griezmann, que marcó 20 goles y asistió en otros 12, comenzó el mercado con la mosca tras la oreja y aunque se le hizo creer su condición de intocable también fue empujado a la puerta de salida. Terrible pensar, de pronto, que el Barça de Koeman se queda sin sus máximos referentes goleadores. Indispensable analizar las razones de todo lo sucedido.
¿Es el Barcelona el gran perdedor en el mercado de fichajes que terminó el martes? Con una deuda que roza los 1,600 millones de dólares y unas pérdidas estimadas superiores a los 575 millones en el Camp Nou se impuso una economía de guerra en la que cuadrar números se entendió más importante, por difícil que parezca de entender, que apuntalar o reforzar la plantilla.
Así se entiende la dura decisión que significó no ofrecer un nuevo contrato a Messi, por más que el argentino se rebajara el salario de manera evidente. Los números de Leo se entendían un caramelo envenenado a medio y largo plazo puesto que por más que esta temporada se pudiera establecer una ficha no superior a los 25 millones de dólares el montante final, acumulado, se iba más allá de los 200 millones, significando una mochila de difícil argumentación.
Por primera vez en mucho tiempo el Barça, el club, es el que ha tomado las decisiones en primera persona. Sin dejarse presionar por los futbolistas, por agentes, intermediarios u otros clubes, Joan Laporta y sus ejecutivos han sido los que han llevado los mandos en todas las operaciones. Se demostró con Messi y se ha demostrado con Griezmann el último día del mercado.
No se pudo colocar a Miralem Pjanic, no se encontró salida a Samuel Umtiti y hace semanas que se resolvió la continuidad de Philippe Coutinho, a quien Koeman trasladó un mensaje de confianza que siguió al de la directiva, convencida en darle una nueva (quien sabe si última) oportunidad en el equipo y llamándole a tomar los galones que se le presuponen.
Lo importante, lo vital y trascendente, era rebajar la masa salarial al máximo y recibir el mayor dinero posible por operaciones de venta. “Ya habrá tiempo para centrarse en otras cosas”, se explicó a ESPN Digital desde los despachos de un Camp Nou donde las salidas han sido numerosas y el beneficio que han dejado cuantioso.
Entre Carles Aleñá, Jean-Clair Todibo, Junior Firpo, Ilaix Moriba, Akieme, Konrad de la Fuente, Trincao (cedido), Rey Manaj (cedido) y Emerson Royal se han ingresado cerca de 95 millones de dólares. A ellos hay que sumar otros 2.2 millones de lo que debe recibirse desde el Getafe por el traspaso de Marc Cucurella al Brighton y atender en un futuro a los variables que pueden ingresarse por Moriba y Todibo. Además de los porcentajes que existen en futuras ventas por parte de sus nuevos clubes en los casos de los propios Ilaix y Todibo y, también, Konrad. Sin olvidar la opción de compra de 35 millones que tiene el Wolverhampton Wanderers por Trincao o los 3 de Rey Manaj del Spezia.
Poca cosa no es. Al contrario. El alivio financiero que todo ello supone para la caja del Barça se entiende excelente. Y a ello se debe añadir la rebaja salarial que, respecto a la última temporada, obtendrá el club. Messi deja de suponer un gasto superior a los 90 millones de dólares y con la salida de Griezmann se ahorran cerca de otros 45; entre los tres capitanes (Piqué, Busquets y Jordi Alba) el ahorro inmediato roza los 35 millones y son más de 30 los que se dejarán de pagar con el resto de futbolistas, referidos anteriormente, que han abandonado el Camp Nou.
GOLPE DEPORTIVO
Dijo una vez Ernesto Valverde que el Barça “no es una empresa” para dar a entender, de alguna manera, que el proyecto deportivo siempre debía estar por encima de cualquier otra consideración. Atendiendo a esta verdad es una realidad que deportivamente el equipo azulgrana encara la nueva temporada en condiciones menos optimistas que en el pasado.
La marcha de Messi y Griezmann suponen la pérdida del 51.3 por ciento de la capacidad goleadora del Barcelona del último curso y su sustituto en la delantera, Luuk de Jong, no ofrece de entrada unas perspectivas que inviten a soñar con hacer olvidar a los que se fueron. Ronald Koeman, el gran valedor de su compatriota, ya avisó en días pasados, semanas, que la ausencia del astro rosarino debe significar un paso adelante para todos los jugadores, obligados a tomar un protagonismo que antes no tuvieron.
Sin embargo, observando el mercado, es una evidencia que el club azulgrana está hoy un peldaño, o dos, por debajo de la aristocracia del futbol europeo. Imposible compararse con un Chelsea que ha invertido 136 millones de dólares en el mercado con el fichaje de Romelu Lukaku como principal protagonista; imposible hacerlo con los 150 millones gastados por el Manchester City con Jack Grealish al frente o los 165 de un Manchester United que ha incorporado a Cristiano Ronaldo y Jadon Sancho.
Inter de Milán, AC Milan, Bayern Munich, RB Leipzig, Liverpool… Muchos son los que han dejado al Barcelona en un plano residual. Y qué decir del Paris Saint-Germain, que apenas invirtió 90 millones en fichar a Achraf Hakimi y Nuno Mendes, pero completó una plantilla de fantasía con las incorporaciones de Messi, Sergio Ramos, Gianluigi Donnarumma y Georginio Wijnaldum, llegados como agentes libres… Y que le suponen al club un gasto cercano a los 100 millones en primas de fichaje.
El Barça “está en construcción”, se repite en los despachos de la Ciudad Deportiva Joan Gamper, y esa construcción pasa por una economía de guerra sin cuartel y una apuesta entre firme y desesperada por la juventud. Lo que significó Pedri la pasada temporada suspira el barcelonismo con encontrarlo ahora con Nico, con Gavi o Yusuf Demir, esperando a la recuperación definitiva de Ansu Fati, llamado a ser el nuevo ídolo, y a que los Marc-Andre ter Stegen, Frenkie de Jong y Memphis Depay formen el tronco indiscutible, apoyados por Gerard Piqué, por Jordi Alba y por Sergio Busquets, por un Coutinho bajo el foco y un Ousmane Dembélé del que se espera olvide la enfermería.
Se espera que Sergio Agüero desmienta todas las dudas que provoca, que Ronald Araújo, Dest y Eric García personalicen el cambio de generación junto a Oscar Mingueza y que Riqui Puig pueda dejar de ser invisible, condición a la que parecen condenados tanto Umtiti como Pjanic.
Para el Barça ha sido, sin duda, un mercado insólito y duro de aceptar. El asado con el que Laporta aseguró que bastaría para convencer a Messi de su continuidad acabó siendo un boomerang para el presidente, que en cuanto entró en el club y fue comprobando la realidad financiera del mismo se estremeció. Se abrazó con su ‘amigo’ Mino Raiola cuando el afamado agente le visitó en su gira promocionando a Erling Haaland y le dijo que, si acaso, podrían plantearse su fichaje, con suerte, la próxima temporada pero que hoy por hoy el Barça tenía otras prioridades.
“Es la economía, estúpido”, fue una suerte de eslogan con el que James Carville, asesor de Bill Clinton, catapultó la victoria demócrata en las elecciones a la presidencia de Estados Unidos en 1992. Casi tres décadas después aquella célebre frase podría encabezar los despachos del Camp Nou.
Habrá tiempos mejores…