De la mano de Messi, Barcelona con pie y medio en la final de Champions

 

Se llama Leo, se apellida Messi y es el fútbol. Sin más. Y en un abrir y cerrar de ojos bestial, con el Liverpool buscando la igualada, le metió dos goles para, sumado al de Suárez, dejar al Barça a un paso de la final. Impresionante, poco queda por expresar del capitán azulgrana.

El Barcelona puso un pie en Madrid, imponiéndose por 3-0 al Liverpool en un partido de gran desgaste, tal como había advertido Valverde en la víspera, y que abierto por Suárez lo cerró Messi, disimulado durante muchos minutos hasta que apareció, a su manera, bestial, para marcar el segundo gol como solo lo hacen quienes adivinan el fútbol y sentenciar con un lanzamiento directo maravilloso.

Porque el remate con el muslo de Suárez debía ser gol y se estrelló en el travesaño de forma sorprendente para todo el mundo menos para un tipo como Leo, capaz de caminar con aparente desgana durante muchos minutos y enchufarse en la búsqueda de una pelota que nadie imaginaría. Y ya entonces disparado en el ánimo, vio la falta precisa para colocar el 3-0. Su gol 600.

Así fue como, en una noche tan grande como incómoda, el Barcelona ganó, por fin, al Liverpool en el Camp Nou y abandonó todos los fantasmas históricos del equipo red, impotente y desafortunado después de un partido peleado sin disimulo.

Entró el Barça enchufado al partido, entendiendo que un golpe rápido desmontaría los planes de Klopp, y en cuatro minutos ya había avisado hasta dos veces a Alisson antes de la primera aparición de Mané, a la carrera y cayendo sospechosamente ante Piqué. Sin juego en el medio campo, yendo el balón de un lado a otro sin que se adivinara pausa, entre otras cosas por la cautela de Busquets y la ausencia de Arthur, que obligó a Messi a buscar más un balón que con el brasileño fluye más claro hacia él.

Aún así dio su primer aviso al cuarto de hora, reclamando un penalti por manos, que existieron aunque pudieron ser involuntarias, de Matip en pleno ataque desbordante, otra vez, del Barça, con dos disparos consecutivos de Coutinho antes de que Keita, lesionado por una entrada anterior de Coutinho, dejase su puesto a Henderson y se reorganizase con mayor prestancia en el medio el equipo inglés.

Y, sin embatgo, ahí emergió por fin Luis Suárez, tocando con los justo el balón al pase de Jordi Alba para engañar a Alisson, adelantar al Barça y explotar el ánimo de una grada ya temerosa por la prestancia de un rival que en nada recordó a aquel Manchester United al que el equipo de Valverde borró en la ida y derrumbó en la vuelta.

El Liverpool tiene fútbol, músculo, ambición y determinación. Y jugadores, con un Mané excelente al que acompaña la picardía de Salah. Faltó Firmino en el once porque Klopp determinó rearmarse en el medio y no jugar con tres delanteros, sorprendiendo a muchos pero apostando sin dudar por ese sistema al que Valverde respondió con la entrada de Vidal, menos sutil que Arthur… Pero multiplicado en el trabajo colectivo.

Acabó ajustado el primer tiempo y comenzó con el Liverpool determinado el segundo. Yéndose a por el empate que pudo llegar con Milner o Salah, con sus ataques decididos y un Barça preocupado en mantener la posición. Hasta que se acabó todo en un suspiro.

Rozándose la media hora llegó el 2-0, de Messi tras el rechace del larguero que nadie pensó, y poco después, de falta directa, maravillosa, el 3-0 del propio Leo que dejó al Liverpool tocado de muerte.

Tuvo orgullo y arrestos para irse arriba el equipo inglés pero se estrelló contra el palo y la fatalidad, impotente y sin saber cómo había llegado a esa situación, derrumbado y casi eliminado.
Queda la vuelta y en Anfield el Liverpool saldrá a morir… Pero la final es, casi, del Barça.

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